¡La realidad!

Por Luis C. García Correa
“¡La realidad es vivir la verdad!” 
La realidad se vuelve dichosa o amarga de acuerdo al comportamiento personal.
La realidad que nos circunda nos puede ayudar a encontrar la verdad. Solo hay que buscarla, y la hallaremos con seguridad.
Desoír, despreciar, querer alterar la realidad nos lleva por el camino del error y nos puede conducir al mal.
La vida, esa maravilla que se nos ha concedido (los creyentes creemos en la benevolencia y condescendencia del amor de Padre Dios), para que viviéndola, seamos capaces de hacer y deshacer con libertad, pero siempre intentando respetar la verdad.
Este respeto se basa en los valores heredados, reflexionados y aceptados, convertidos en realidad con nuestra honestidad.
“¡¡¡La honestidad es la que reconoce la auténtica y verdadera realidad!!!”
Somos capaces de alterar la realidad. Tenemos tanto poder que podemos cambiar la realidad y convertirla en una entelequia, o confirmarla para vivir, entonces, la auténtica realidad.
La realidad es incuestionable cuando los dichos y hechos que van conformando nuestra vida y la de los demás son acordes con la verdad.
La realidad no es una cosa personal, se comparte con los demás.
“¡¡¡El AMOR Y AMISTAD es la gran vía para, a toda velocidad, conquistar el bien que siempre nos trae la realidad!!!”
El poder del ser humano es tan grande que podemos alterar la realidad. La podemos desfigurar. Pero también la podemos transformar. La podemos llevar a su culminación y a su plenitud.
La realidad siempre nos dirige a la verdad y al bien, y somos nosotros los que la alteramos pudiendo caer en el mal que nos persigue sin cesar.
Dichoso quien vive su realidad y la confirma con sus hechos, en especial compartiendo la felicidad y la libertad con la gente que nos rodea.
“¡¡¡Ayudar a los demás es siempre vivir en la realidad!!!”
Ayudar es de las mejores realidades de la verdad. Nos lleva y nos conduce a la verdad, y así nos lleva a evitar el mal.
¿Hemos nacido para ser atacados por el mal? Si porque somos libres. Pero también hemos nacido para gozar y compartir el bien, y esto nos enriquece de forma exponencial si somos honestos con nosotros mismos y con los demás.
Compartir las bellezas, las bondades y las verdades de la realidad, nos inspira profundamente y desarrolla el bien que anida en nosotros. Al compartirlas aumenta nuestra felicidad. Incluso aumenta la libertad.
La realidad nos aconseja seguir el bien, ayudar y compartir lo bueno que tenemos y con ello fortalecemos una realidad verdadera y aumentamos la felicidad de todos.
Benditos y alabados sean los honestos y participativos que comparten su realidad, dan la felicidad y la libertad, y se ponen así en camino de santidad.
La más bella y aleccionadora realidad es vivir con honestidad, ayudar, y compartir la felicidad, para vivir con sencillez y humildad en la plena felicidad y en la plena libertad. La humildad es caminar en la verdad, en la realidad, es vivir con honestidad.
“¡¡¡La realidad feliz es vivir la honestidad!!!”

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