Apúntese sacrificado a teorización

Por Antonio Domínguez
Desgraciadamente cuando el pensamiento genuino se retira velado, de esa facticidad y se abre de cara a su propio ser, entra ese ciclón de aire caliente por la ventana de las comprensiones (del huérfano conocimiento) infinitamente nuevas, casi siempre calamitosas y casi asombrosamente sobrenaturales, que se sientan al banquete del conocimiento por la cara; utilizando la expedita y también expeditiva vía del mimetismo, que como se observará por estos mismos datos, tiene que haber algo que salvaguarde al pensamiento genuino de la realidad exterior. Aun considerando al conocimiento y sus aliados como el gran filtro para detener la basura externa, no es suficiente. Tiene que vivir en el cerebro humano materialmente hablando una esencia. (Esto de vivir lo retiro, en este contexto, es un ente metafísico). Esto de vivir lo cambio aunque sea por una hormona. Lo digo desde la imprecisión absoluta que confiere mi ignorancia, pero se que es algo totalmente físico, biológico. Si no fuera así no se explicaría que dentro de la guerra mental que libran el conocimiento y sus aliados, frente al pensamiento rico, haya personas, no totalmente equilibradas, pero se puede decir muy equilibradas, muy ecuánimes, muy imparciales; no estamos hablando de totalidades ni plenitudes. No existen ¡eh! Muy activas en lo exquisito del comportamiento. Y eso,  se llama pensamiento independiente, genuino. No independiente entendido al uso; que sería la independencia de distintos cerebros, ¡¡no!! Pensamiento independiente aquí significa distinción de principios y fines dentro de un solo cerebro. El fenómeno genuino huye, impide todo control… de controlar y de ser controlado. Su afán (no hay otra palabra en nuestra lengua) radica en lo que en el fondo necesita la psicología del individuo al completo; esto es lo que llamamos el capricho de lo genuino… es un lenguaje interior que se sirve de imágenes subjetivas, pero, objetivas al mismo tiempo, sin nombre y que va concatenando en lo que entendemos desde el conocimiento-pensamiento, que sin embargo es ese capricho la propia lógica del genuino, repetimos. Que desde la lógica del conocimiento no podemos comprender. A lo mas que llegamos es a entenderlo como intuición, y no debería dar vergüenza a nadie que se dirija a esa esencia (no divina), balbucear al hacerlo. ¡¡Que sería de la persona solo con conocimiento lógico!! En cualquier rincón se encontraría una frontera. Le frustraría la incertidumbre y el azar. Parece mentira, la razón pura… la gran payasada de Kant, ¿qué sería de ella sin la tranquilidad y la paz que concede “ese soberano oculto” llamado instinto pero, no animal sino del bueno: intuición o pensamiento genuino. De cuantas memorias y entendimientos conceptuales está dotado, escondido de la alegría, la desinhibición y la patochada; de las auténticas y generales fantochadas. 
 A mí no me son válidas las palabras con que se definen las llegadas de la persona. En una palabra, nadie es ecuánime ni nada es porque sí. Lo que cava esa profunda fosa entre el conocimiento y el pensamiento genuino debería tener un nombre; que a lo mejor lo tiene y yo lo ignoro. Esa gran fosa que aísla y no permite el paso de infecciones y enfermedades al pensamiento excelencia; lo que elevo a características del cerebro. Afirmo a rajatabla con absoluto incluido, que esta suerte de exudación se da más en unos cerebros que en otros, de ahí, que hayan militares, curas y monjas por un lado (muy respetados por mí). Y por otro, honrados y abnegados padres; honorables y laboriosos campesinos; y un taxista en el mundo (que no sé donde está) incapaz de hacerle trampuliñas a un turista en un solo céntimo de más; todos son honrados, sólo que este desconocido lleva este asunto hasta el paroxismo.  Estos dos fenómenos, conocimiento y todos ellos genuinos (para abreviar les llamaré así en lo sucesivo: Fenómenos).

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