¿Hay que esperar a reencarnarse para formarse y poder abrir el pico?

Por Antonio Domínguez
Conocido es que no se debe ejercer opinión y menos critica, fuera de la ciencia y de la universidad. Nunca contra ella porque, al fin y al cabo, hay que ir a morir a su pies. ¿Y lo que pide el cuerpo qué? ¿Hay que esperar renacer para formarse y abrir el pico? ¿Qué responsabilidad tenemos de haber nacido en una España donde el pobrerío solo tenía la salida de hacerse cura, sargento, brigada..., mientras, la universidad vendía títulos a ricos y potentados?  ¿Es necesario decir presuntamente?, si lo es, adquiera todo su valor esa palabra.
 De sus rudimentos que nos son conocidos nos vamos a remediar con  la definición antigua de la palabra ciencia: “Ciencia es un conjunto de verdades axiomáticas que enlazadas entre si forman un cuerpo de doctrina“. Quiero recordar que una verdad axiomática no tiene porqué ser ciencia; por ejemplo: los hombres no pueden tener hijos..., ¡sí, ya sé! Así como decir que el que no come se muere, tampoco es ciencia.
 La recordamos (la definición) con la intención de enlazar todo lo que se pueda y valernos de ella en cuanto nos sea posible, aunque sea rozando alongados, muy alongados, desde la oscura noche del desconocimiento; por si nos pudiera servir, y arrastrada por “una pata”, llevarla a lo que estamos tratando: al conocimiento valido de pensamiento transferido. Las tesis, los postulados, incluso las opiniones que existen con dedicación al cerebro humano, a mí, deberían interesarme pero, las desprecio porque no las entiendo. Mejor sería: no las comprendo porque “mi madre me dio a luz en el centro del maizal preñada de mi padre; de esto estoy absolutamente seguro porque los dos somos varones y yo saqué el lunar pequeñito que él tiene en un cachete; con lo cual de montaraza, pollina, borrica, mi madre (creo) nunca tuvo nada que ver. Reconozco la desinformación que toda calamidad de este tipo conlleva. Por consiguiente doy la vuelta a la tortilla y ninguneo todas las filigranas atenidas al cerebro universal y me guío por el mío particular que queda dentro de la lógica que solo me interesa a mí, para decir en elevación de mi santa madre, que era conocida, y la llamaban con razón, la virgen del cañaveral. No trato de poner a un parentesco tan especial y amado por mí a los pies de los caballos; como eso no se hace por nadie nunca, solo trato de demostrar originalidad, exclusividad, creación única, singular rareza. ¿Le interesará a alguien más? Desde mi fuero desde mi introspectivismo “artístico”, me da exactamente lo mismo, pero, claro, ahora que estoy exteriorizando me interesa que se comprenda cada coma. Con el mío (conocimiento) altamente informado, que intelectualmente hablando nació con el síndrome de Diógenes y no ha podido encontrar el mas mísero título para añadirlo a sus grandes montañas de basura. ¡En fin, no me queda más remedio con el mío, hacerme mis preguntas; las preguntas a uno mismo no las puede hacer otro. Y claro, con preguntas personales, interiorizadas, no se puede llegar sino a respuestas salidas desde esa interiorización que va, a ninguna parte; del pensamiento del conocimiento, me refiero; cuando se produce en el fondo cerebral que llamamos pensamiento genuino porque, como hemos dicho “sus salidas” son muy esporádicas. Mi conocimiento aunque sea absurdo, es, y ese ser me dice que el conocimiento piensa y conoce, conoce y piensa, al mismo tiempo. Y mi golpe de loco es,  tratar de llegar, no a la disociación total y absoluta del pensamiento “especial”, respecto del conocimiento; eso es imposible. Sí, entrar por este camino hasta donde me abandonen las fuerzas y tambalee, el por mí, reconocido y asumido límite de mi capacidad. O sea, llegar al postulado personal, que por lo menos que yo sepa a ningún otro loco, (esto de loco entre comillas) no digo que no se le haya ocurrido; digo que no he visto nada escrito de este extremo que yo Julioverneamente veo nada extremado. Por lo tanto desde ya establezco mi ley: El pen-sa-mien-to genuino no tiene nada que ver con el co-no-ci-mien-to. Con este punto de partida se acaba de inaugurar la travesía del desierto. Apelando al entendimiento del lector, a él, le prometo ir aclarando poco a poco, lo que el lector no puede saber aquí de entrada porque los datos se irán dando muy a efectos de que se asimilen enteramente; derechos a la total comprensión de lo que aquí se dice. No negamos que todo ello no sean locuras y disparates, pero juro que sí son un pasatiempo muy entretenido.
¿Cómo podré delinear, delimitar, volver tangible en la gota de mis posibilidades las antinomias, las paradojas, de simultáneos ocultamientos y develamientos del pensamiento? Me lleva a ello una voluntad que no es la, al uso. Prevengo que no es conocida por mí este tipo de voluntad. La voluntad más conocida, la más usada, actúa dialécticamente; es una de sus actuaciones más trilladas y aún junto con todas sus acciones, que las son, cuantas manifestaciones de lo individual conozco y reconozco otras voluntades primarias y también intermedias que para explicar las cuales es endeble el lenguaje hasta para el mas sabio; y no crea que estoy diciendo que ese soy yo.

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