¡La bobería general de creerse sanos de la cabeza!

Por Antonio Domínguez
Si yo tuviera mi mente absolutamente para campeonato del mundo (así tal cual cree tenerla la totalidad de mi pueblo). Si yo perteneciera a las cuatro o cinco mil personas (entre las siete mil millones se calcula habitan el mundo) que hay verdaderamente en el mundo con esa suerte de mentalismo total; de mente clara, limpia y capaz, no tendría encima esa espada-estigma (guillotina para la ignorancia) de ligera o grave ignorancia (no sé hasta qué punto) cuando hablo o escribo… Si no tuviera que perder tanto tiempo en preámbulos; que es a esa inseguridad a quien considero la dichosa espada-guillotina: por la no concisión; por faltarme conocimiento (…) seguro que no tendría nada que decir serio o de sustancia. ¡¡Bonito fuera que se pretenda aquí el conocimiento excelso, ilustre!! No importa, nos defenderemos con empirismos del saber natural y lo entenderá más gente.

En un mundo de mentecatos (que el propio mundo desamolda mas y mas la hombría para llevarla al infantilismo del amor de madre por los ases del deporte, donde, hasta El Brasil se está dando cuenta que la sanidad, las casas y la educación tienen mas importancia que echarse a correr. 

Cuando la cordura se tiene que demostrar cumplimentando todos los requisitos de la locura ajena, el otro loco (lo somos todos; no se la eche; hasta usted está un poquito tocado; la ventaja es que para usted, son los otros los tocados y usted que a lo peor está tocado desde que nació no se enterará nunca ¡¡los otros tampoco!!) dice: ¡caramba, este hombre está absolutamente cuerdo, y además es inteligente!, pero, ¿hay mayor signo de locura que el tratar de demostrar cordura en este partido de futbol universal y a perpetuidad; en este manicomio que llamamos mundo?. ¡¡En esta auténtica “casa de mujeres honradas”; la sempiterna torre de babel!! Si la cordura es subjetiva y hay que basarla como todo en su contrario: sentir loco al otro, mucho me temo que estamos todos locos o estamos todos cuerdos; francamente no se que seria peor; se me hace acordar esto al cantar que dice: ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Son necesarias la locura y la cordura, luego, existen.

Quieeeeeeto ahí con su locura personal, ¡que nadie se la ha nombrado para mal!.

Cuando se es inconsciente de esta gran verdad (la mayoría lo son), en las voliciones que pasan a actos cuyas consecuencias son observadas por el entendimiento de forma narcisista, no en vano son sus hijas las ideas, las que se van alojando poco a poco en la conciencia no inmediata por vía de la percepción objetiva; así va regresando el resultado de las acciones revestidas de gloria a de donde salieron (las ideas). La conciencia que sólo conoce a posteriori hechos consumados por la voluntad, siente vergüenza sólo cuando habita en seres muy superiores de potentísimo entendimiento. Lo normal y no falla es que el amo de cualquier cabeza esté loco de contento por el funcionamiento de ¡SU! cerebro el cual no cambia a nadie ni que le devuelva mucho dinero; a pesar de mala cabeza y cerebro torpe su dueños o dueño no se enterarán nunca. Es que la conciencia no se disocia del ego general (que nadie puede tener un gramo mas de potencial cerebral que lo que naturaleza le dio) que tiende a aunar todas las motivaciones y efectos de entendimientos, digamos robotizados, por consiguiente, entre las propias producciones interiores que expele al exterior y que retrotrae a la memoria como bellas señoritas y las negatividades de todos los demás seres (absolutamente equivocados según su opinión), que tiene verdadera necesidad de absorber para procesar y comparar ante el espejito mágico de su inteligencia... Se llega a un punto que ya es demasiado lo que hay dentro de la cabeza y, claro, tanta glotonería tiene que salir digerida por algún lado y lo hace por el único camino ente inconexo que va de la conciencia a la voluntad (discutido camino). Ya empiezan a tomar posiciones en la parrilla de salida de la voluntad; ya ocupan un lugar en la voluntad. Y como el libre albedrío quedó abolido por Schopenhauer, forman parte de causas o motivos nuevos necesitantes o no, pero ahí están esperando su oportunidad de convertirse en actos. De ahí la multivariedad de actos y la siempre imposibilidad de comprensión de los mismos; los propios actos de uno mismo. ¿Qué se puede esperar de los actos humanos si los de uno propiamente son automáticos y obedientes a los conocimientos que hemos almacenado por los termostatos que son a millones en nuestro cerebro liberando otras tantas pequeñas ordenes eléctricas de las que la conciencia no se entera hasta inmediatamente consumada la gran equivocación… ya solo se puede maldecir, por comprender que las equivocaciones seguirán siendo aunque se llegue a esplendida altura subiendo por los test de inteligencia para arriba.

Particularmente mis divertimentos y entretenimientos escritos, son la mayoría de las veces satíricos, esto no me incomodaría si no fuera condición indispensable la burla en un escrito para ser satírico, pero como no veo donde meterme, me invento sólo para mí el personal estilo de la sátira seria. Por consiguiente huyendo permanentemente de las profundidades abisales tales, como: “Raudo misterio insondable, último fin del saber la luz ignora que luce, el agua no tiene sed, y en el fondo del espíritu nuestro ser ignora ser” (sin pretensiones).

La sátira a lo menos la más grande, la de Horacio, presenta una ley mixta de género literario, un conjunto abigarrado de elementos heterogéneos, o potpurrí, siendo su característica fundamental un modo de ser absolutamente inespecífico, puede abarcar cualquier tipo de argumento adaptando la forma y mezclando estilos asimétricos, al machangazo, en definitiva, una mezcolanza que cristaliza en la fusión de todos los estilos que es como mejor ahuyento yo la espada-estigma (la espada que acecha a la ignorancia), y por lo que salto de uno a otro asunto sin pedir permiso, que es lo que hacía el viejo Kant. ¿Tampoco sabía escribir?. Yo digo una y mil veces que no sabía; si tomamos a Schopenhauer como ejemplo de traslado de ideas al papel; lo que le salía genial y sin merma ninguna de su genialidad.

La literatura en general, no filosófica, a mí ya no me gusta. Es al saber lo que los números a las ciencias, a mi edad no puedo permitirme esa gran pérdida de tiempo, no soporto las boberías descriptivas; como el color y número del calzado, tamaño del cuerpo, cómo tiene el talle y bigote, cómo camina según las circunstancias y sitio donde se encuentre, si tiene lunar o no, descripción de la mirada, media página para describir la raya del pantalón, no hay nadie más garboso que Tanausu, por su estilo y real mocetón y cómo se ata el pantalón, por su talante y su chispa no es del montón. Eso en cuanto a los sujetos, y cuando describen el medio ¡¡hay mi madre!!, el vientecillo que venía, que parecía, que denotaba, que presagiaba, que ensimismaba. Las nubes que constreñían, el cielo que se hacía cómplice, para también ayudar; las floresta que no se quedaba atrás ni que se lo pidiera su novio… ¿y los colores?, a casi todos los literatos les gustan los malvas para las cosas más serias y los naranjas para los domingos.

En la literatura biográfica se pueden encontrar mil y un disparates mentirosos de este tenor: estando fulanito de tal completamente solo en su habitación, con sólo sus muebles y enseres por testigo exclamó: y cuenta el biógrafo lo que exclamó fulanito con pelos y señales, pero ¿es que no estaba absolutamente solo?, ¿quién oyó eso?, ¡tremendo!.

De mis tiempos de lector de literatura no filosófica, guardo gratificantes recuerdos de la muerte del borracho de Dickens, y de la novela del curioso impertinente que se intercala como capítulo entero en El Quijote de Cervantes, y nada más. No me gustan ya las divagaciones de libros enteros sin una sola idea, sólo en España se publican sesenta mil nuevos títulos al año, usted imagínese si hubiera que leerlos todos para saber. Aquí si que es afortunada la ley del mínimo esfuerzo, en cuanto que la verdadera sabiduría reside en no tocar tan sólo uno de ellos con las manos, porque hay tantos libros grandes, antiguos y sabios, que al lector más voraz se le quedan muchos sin leer al cabo de la vida por falta de tiempo.

Respetado lector, vamos a dar el tarzánico brinco hacia la verdadera razón de este alegato por el que intentaré explicarle la idea intención que me ha movido en esta ocasión y me dije, nada, ahora que ya tengo permiso del redactor jefe, Perico, para aclararle un punto que quedó algo oscuro en la última soflama, voy a aprovechar, haciendo un tremendo esfuerzo de síntesis para no enfadar a Esteban, voy a estudiar someramente el conocimiento post-socrático, en sus más principales representantes metiendo algunos asuntos aparentemente ajenos para apoyándome en ellos, dar luz a mis posteriores razonamientos y muy probables disquisiciones, que se aclararían en un pequeño compendio de mi cosecha, con soluciones para cuantas cosas les da el sol (para destrozarlas mas), zanjando los grandes temas, acabando incluso con los abusos de todo tipo amén de los políticos y religiosos.

Pues bien, sólo se salvó el estudio somero post-socrático y la libertad de la mujer que ya se publicó, muy mermada y recortada significada solo en símbolo del propio borrador. La parte más gruesa de mi trabajo que se complementaba y haría más inteligible esta que usted tiene; dado su visto bueno don Perico de: ¡publíquese!. Rompí des-virilizado mis ideas escritas para arreglar el mundo. Lo han destrozado demasiado, no hay manos ya para reunir tantos añicos.

Paro ya. No estando facultado para impartir bendiciones ni conociendo a nadie a quien pedirlas para usted… bueno si conozco pero no me quieren esas gentes) solo puedo decirle: Hasta siempre don Perico. Mientras que me acuerde GRACIAS.

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