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Vendedor de yuyos
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Por Antonio Domínguez |
Esta es una realidad que yo exagero mucho para que se entienda en la mitad,
que aún me parece bien poco. Es por lo que incurro en mudanza tan mudada en el
concepto humildad, del cual con respecto al cual ustedes ya conocen de exacerbada
y desnaturalizada opinión, por la que les pido perdón: he alabado demasiado a
la traicionera humildad (lo son –traicioneras- todas las humidades); y es también
por lo que hace un tiempito he decidido dar chance y cobertura a Epicuro. Estábame
en la sombra calladito, cuando a la sazón visitaba a mis hermanos en su
barbería y observaba que “el ganado” quería tirarme de la lengua. Espero
todavía que aun el más tolete se dirija a mi honestamente para decirme: Antonio
tengo este peliagudo problema ¿qué debo
hacer según tu opinión?. ¡Pues no señor!, iban y van de “listos” a dar el
cacahuete al mono, que según creían era –y creen lo sigo siendo- para ver mis
reacciones y yo contestaba: tal vez, puede ser, a lo mejor, el diablo son las
cosas, quizás, no me extraña, perfecto, hay mi madre, puede que si, puede que
no, la naturaleza es sabia, hace calor, ya es tarde, todavía es temprano y muy
de vez en vez, un comentario un poquitín mas consistente pero siempre insulso.
Ellos ¿pensarían?: este pobre está peor (no sé si tendrían razón o no) lo que
sí sé es lo que pienso yo con pena de ellos: Si estos pobres nacen tres meses
mas tarde con un año de gestación nacen con cascos en las patas y demás. A
pesar de todo les quiero mucho a todos… se trata de despejar un par de pormenorizaciones
porque no tengo interés. Ya al final de la vida no me hacen falta cartas
guardadas y no me importa sacar todas las que he ocultado bajo la manga durante
la ¡existencia?; no se emocione: ¡¡es solo un decir!!
No es nada fácil para un barbero como yo que se paso la vida regalando
razón a quien no la tenía, seguirla regalando a quien no la tiene. Hasta en los
libros del oficio se hablaba y titulaba de autentico disparate quitar la razón
en algo a algo o a alguien,- dentro y fuera de la barbería-. Dirigirse a sus
conciudadanos en los términos del conocimiento en cualquier sentido, no está
bien visto que lo haga el barbero. Yo nunca lo hice porque tuve en cuenta que
partía de un no yo vastísimo aun por explorar para después, si podía,
comprender (esto lo tuve asumido) ; orientado a dirigirme –para mas inri- a un
pensamiento no exquisito y no a la última en la disciplina mas formalmente específica de las resoluciones, finalidades,
porqués de la mente y un montón de cometidos que yo necesariamente ignoraré sin
mas remedio; y sé lamentablemente, que la inmensa mayoría a los que me dirijo
los ignoran también. ¡Me da respiro y anima este dirigía los ignoran también.
¡Me da respiro y anima este atrevimiento mío porque tiene espíritu de aventura!
¡Solo son grandes las aventuras de la mente; aunque todas sean en ella! Porque
son esenciales; se viven eligiendo a capricho los mas bellos motivos y causas
necesitantes controlando (no hay otra forma posible) el tiempo y el espacio. Se
puede pasar enseguida a otras y a otras cuya finitud marca el alcance de la
propia inteligencia. Estas aventuras semi-astrales al poderse vivir recostado
en un una desvencijada mecedora del cuarto más al fondo de la casa, es de
observar si uno se conforma con poco cabría aquí hasta un 0’1 por ciento de
felicidad, porque hay que ver, que no hay mosquitos ni caníbales que no se
paren y estén quedos a la primera orden que uno les da. No hay que soportar
altas temperaturas de la sabana ni congelantes fríos de la estepa, ni nada,
nada, disuasorio que cualquier otro tipo de aventura no metafísica conlleva.
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