Honores al maestro Leoncio Castellano

C7. El pabellón de Tamaraceite fue bautizado ayer con el nombre de Leoncio Castellano Arencibia como homenaje al considerado propulsor del balonmano en Gran Canaria. Un merecido reconocimiento a una persona que ha entregado su vida a este deporte de manera altruista y desinteresada.
Toda una vida dedicada al balonmano desde todos los escalafones, empezando como jugador, y pasando por entrenador, árbitro o director de la escuela de entrenadores de Las Palmas, en un largo etcétera que lo convierten en una institución de este deporte en Canarias.
Se le reconoce como el padre de esta practica deportiva, habiendo publicado varios libros acerca de este deporte e incluso le llegaron a nombrar maestro de maestros.
Leoncio Castellano llegó desde las 9 de la mañana ayer al pabellón para ver a los chicos de su escuelita entrenar, hasta que a las 12:00 horas comenzara el acto. Empezó con la disputa de partidos fraccionados de equipos de distintos colegios de la Isla, prosiguiendo con encuentros amistosos de los conjuntos veteranos del Canteras y el Escaleritas entre otros, clubes donde desarrolló Castellano la mayor parte de su carrera como entrenador, para deleite de un pabellón que presentaba un magnífico aspecto.
A continuación llegaría el turno para la intervención de las autoridades, encabezadas por el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo y el concejal de deportes, Aridany Romero, que finalizó con el agradecimiento de un emocionado Leoncio Castellano, premiado con una sonora ovación que se alargó varios minutos.
El patriarca del balonmano, agotado por tanta actividad y fuertes emociones, dijo sentirse «flotando, y embargado por los sentimientos», además, comentó que fue «increíble ver caras que no había visto en años, notar el cariño de toda la gente hacia mí, fue una emoción tras otra». Además, puso mucho énfasis en agradecer profundamente «a toda la gente que acudió al polideportivo, a todas las personas que hicieron posible este homenaje, también a todas las llamadas recibidas de jugadores, amigos y compañeros que no pudieron ir al acto pero que se acordaron de mí, estoy muy agradecido por todo este cariño».
Un reconocimiento a una de esas personas que luchan y se desviven por el amor al deporte en la Isla, siempre con unos valores y un cariño que no pasan inadvertidos, y que termina teniendo la recompensa que se merece como en esta ocasión. Alguien que, como él mismo ha reconocido, tiene como misión en la vida la de «servir  al deporte», y que quiere que se le recuerde como un «obrero del balonmano».

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