A vueltas con la violencia

Por Luis C. García Correa
La agresividad se está convirtiendo en un tema de rabiosa actualidad, con la enorme incidencia de la gravedad de su existencia, de su elevada frecuencia y de sus tremendas consecuencias.
La cultura recibida desde niños, aceptada y practicada, es el antídoto para la violencia.
La violencia es una consecuencia. Es la consecuencia de la mala educación en donde se desarrollan los extremismos, radicalismos, fanatismos…
Las consecuencias violentas del mal ejercicio del poder son tan drásticas y efectivas que matan, quitan la vida, hasta con premeditación y alevosía.
La vida es sagrada. Nadie, pero nadie, tiene el menor derecho a quitar la vida.
En la pena capital, sólo con que una vez se haya quitado una vida por error, ya es suficiente razón para no volver a quitarla.
Hay también en estos momentos la llamada “violencia de género”.
En mi juventud el hombre que maltrataba a una mujer era considerado cobarde, era uno de los mayores insultos y causa de rechazo social que existía.
En mis primeros 50 años sólo existió un crimen. ¿Cuántos hoy?
No pretendo lamentarme, porque no creo que sea solución. Sólo trato de ser objetivo, buscar soluciones y proponerlas.
Mi solución es la educación.
Los padres que salen de sus casas a las 8 a.m. y regresan a la 6 p.m. no pueden educar a sus hijos. La sociedad tiene que buscar una solución a este gravísimo problema.
Si esos hijos de padres ausentes siguen siendo buenos es de milagro, es la gran demostración del fondo de bondad innata que hay en el ser humano.
La violencia es una consecuencia.
Los fanatismos son una consecuencia de los radicalismos.
Sin educación es normal la violencia, los fanatismos y todos aquellos males que se derivan de la falta de educación.
Si no hay educación la violencia es una consecuencia inmediata. Cuidemos la educación, que sea el centro del esfuerzo personal y de la sociedad.

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