Carta al Viento: La historia de Diana ¿te apuntas?

Por Jesús Vega Mesa
Estábamos en un pueblo de Nicaragua. Había muchísimo calor. Sentados, al aire libre, los niños aprendían lo más básico de las matemáticas y de la lengua. Antes, se les había ofrecido un sencillo desayuno que ellos mismos habían preparado. Fue en ese momento cuando Diana, de apenas ocho años, se acercó a decirme:

-¿Suso, puedo hablar con usted? 

Me sorprendió aquella carita llena de tristeza y su modo de hablar, respetuoso, pausado y solemne. No me pedía nada material. Solamente que rezara por su madre. Y me empezó a contar lo que unas horas más tarde pude comprobar por mí mismo. Vivía en una casa hecha de trozos de madera y de latón. Su madre estaba postrada en cama con todo el cuerpo infectado y lleno de ronchas. Los dos hermanos más pequeños estaban también al cuidado de Diana. 

-Mi madre no quiere ir al Hospital para no dejarnos solos. Y yo quiero que la lleven, que yo me hago cargo de los niños pequeños. 

Cerca de la vivienda de Diana habían abierto un pozo que resolvía muchos problemas de salud. Ahora los vecinos podían tomar agua potable. No había tenido esa suerte la madre de la niña hasta unos meses antes. Cuando acompañé a Diana a cargar el agua descubrí muy cerca de la bomba una pequeña placa: “Este pozo fue construido gracias a las aportaciones de Manos Unidas de España”. Luego me contaron que, con la misma ayuda, se habían abierto más de veinte pozos en la zona. 

Los canarios que habíamos ido a Nicaragua llevábamos las sospechas que surgen en muchos de nosotros. ¿A dónde va el dinero que reúnen las ONG? ¿Realmente se emplea bien el dinero que damos en España? Yo nunca lo pregunté. Pero poco a poco fui encontrando las respuestas.

La madre de Diana necesitaba ser hospitalizada y así se hizo. Era un hospital sencillo, parecido más bien a un centro de salud de los que tenemos en nuestros pueblos. Y allí, en una lápida borrosa, se leía que aquella obra que atendía un grupo de religiosas, había sido también fruto de una donación de Manos Unidas. 

Yo no sé si la madre de Diana sobrevivió a aquella terrible enfermedad. Pienso que los niños continuarán escolarizados. Que seguirán yendo a buscar agua al pozo. Que un médico podrá observarles de vez en cuando. Me gustaría saberlo, pero no tengo medios para comunicarme con ellos. Sin embargo tengo confianza. Yo no podré dejarles algo de dinero como en aquella ocasión, a pesar de que la madre, necesitada de todo, no lo quería. Tengo confianza porque sé que, si colaboro con Manos Unidas, Diana y muchos miles de niños podrán ir a la escuela y beber agua no contaminada y sus madres podrán ser atendidas por un médico. 

Acabo de ver un cartel de Manos Unidas que, con grandes titulares, dice “LUCHAMOS CONTRA LA POBREZA. ¿Te apuntas?”. Y claro que sí me quiero apuntar. Porque yo quiero seguir ayudando a Diana. 

Y tú, ¿te apuntas?



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