¡¡Jarre burro pa´ lantre consio!!

Por Antonio Domínguez

1) A todo trapo, o, lo que es lo mismo a toda vela en el amniótico mar de libertad ese que me ¡dicen! Que tengo.  Busque en este amasijo descontextualizado, tesoros. Muchísimo había de saber usted para no encontrar aquí valiosas joyas. Yo sé que hay tiquismiquis, mimos y melindres, que la tienen accesible solamente al papel de fumar. Yo escribo  para ser feliz y me gusta tomar todos los asuntos, aun por arduos, para huir de un mismo y solo guineo. Aunque mis artículos y mi pintura dice un tipo que no valen nada (me preocupa, porque estos anónimos, suelen no saber amarrarse los zapatos –entre otras múltiples ignorancias- y pisándose los sueltos cordones, “fenecen” en aparatosas caídas). Creo que tengo más que demostrado, aseadito y decoroso, que no hay un solo asunto que, aunque sea mal redactado, me eche para atrás a mí por temor a salir en papeles. Así es que, cuando se le vaya el dedo a hacer clic, introdúzcalo reorientado hacia placentera parte y no me joda, hombre, con sus celos y sus envidias absurdas. ¿Usted no se ha dado cuenta que no sirve, porque no sabe, para contraversionar en un medio escrito y que inteligentemente debe asumirlo? ¡El que no sabe, no sabe! (se puede tener una inteligencia prodigiosa y no tener ninguna formación: no saber de nada). Le doy una enseñanza: El hombre que se ve impotente y falto de conocimiento para competir en cierta altura y no lo asume, sino que se dedica cobardemente al trasecho; a actividades anónimas; a tirar desde la oscuridad; a desaparecer sin haber aparecido, etc. Ese hombre enferma y muere antes de tiempo; larga verdosas verbosidades bilis por la boca; por no haber soltado las palabras en lugar de la traición. ¡No se puede andar vestido de máscara hombre! ¡¡Carajo!!





FÁBULA.

2) Cuando las mujeres venidas a mucho han aprendido a llevar profesionalmente tacones de doce centímetros,  ya tienen mucho trecho andado en el camino del saber empírico puro al respecto; además de buena lógica es que, “la señora” del nuevo rico, empieza a tener los vicios de “la nobleza”; que empieza siempre iletrada y por pura casualidad: es muy raro que empiecen por la espada; porque es el manejo de la espada cuestión de alto armamento que solo era digno (oficialmente) para matarse por cuestiones de dignidad y distinción; cuando mucho, en duelo, por la tontería esa: ¡por mi honor!: palabra que se ha llevado para las plataneras a millones de burlados matados por sus burladores. La mayor parte de las veces moría el cornudo ¡así son las cosas!).

3) El gran capital existente probablemente y en su mayor cuantía, empezó manejando plomadas y niveles; tiendas de ultramarinos; incipientes ferreterías donde habían clavos de a toda pulgada, o niveles y plomadas; enervando techos; comprando y vendiendo; robando y guardando, etc.). Siempre las obras pías y de caridad –que aquí se consideran vicios y que practican indistintamente, sin orden ni medida, casi todas las mujeres de los acaparacionistas- dan motivos para salir por docenas de horas seguidas a la calle a estas nuevas adineradas, a contemplar distintas realidades, que ahora le son pertinentes por su estilo e ilusión y la belleza que dan los institutos de barros, masajes, láseres, cremas punteras, vigilancia de la comida, descanso, ropajes de boutique, etc.); vamos, que se convierten en Silvanas Pampanninis, Ginas Lollobrigidas, Avas Gardners, Brigittes Bardots y lo que haga falta.

4) Como los políticos, intentan con todas sus fuerzas no hacer nada que perjudique al voto, así  mismo, las sectas de todo tipo, imprimen ¡todas! A sus palabras y gestos un firme carácter alienador y maniqueo de captación de adeptos. Se salvan aún menos – de este y de cualquier ardid- él y la mujer del nuevo millonario por no instruidos, por simples y demasiado sencillos (aunque ustedes no  lo crean hay gentes que llegan a mucho dinero siendo sencillas y más sanas que las papas). Constitutivo esto, por sí sólo, de un entresijo y calamidad en que cae toda persona que no ha tenido la suerte de vivir como corresponde: alejado de fantasías, ilusiones imposibles, imaginaciones visionarias “alimentarias de las almas y de patologías alucinatorias, de visiones delicadas de ñemita por la mañana”. Se puede ser más pobre que una rata y permanecer en la antípoda de la más mínima toletez en el más inverosímil de sus diversísimos tipos (de toletez).

5) Lo que hay que dejar claro es que el matrimonio fiscalizador de los de abajo, a pesar que ya estén arriba (a veces y muy de vez en cuando, sin que se conozca la razón) tiene la ventaja de amores libres en la mayoría de los casos; y esto es, porque no tienen tiempo paz y sosiego ni siquiera para vigilarse uno al otro: están permanentemente ocupados en encontrar dinero para comprar y comprar más y más mundo; ya ni piensan en la comida, que hasta les estorba al paso. Es verdad que el varón sigue con los celos propios del pobre; hacia su mujer como la única propiedad que tenía, y propiciados además por el poco dinero que tuvo y la ninguna ocupación de quitar sueño que ni conocía (aunque hubieran de trabajar como bestias, se dormía); que hasta habilitaba, capacitaba a su mujer de sentirse refrescada en la hora de almuerzo, para por la noche acostarse con el placer hartado y poderse dormir temprano para levantase con el canto del gallo: momento en que  la refrescaba de nuevo, muy rápidamente, para entregarse enseguida, ambos, al trabajo que da el ganar dinero y progreso.
 Pero todo remilgo se esfumó cuando llegaron a la posición de nuevos ricos, y van miméticamente copiando a los ya sus amigos (ricos de muchos años). Y piensan ambos… ¡¡pá lantri consiu, que ya él no puei mas!! (Para adelante coño, que ya yo no puedo más; así delegan formalmente amores de los que deberían ser dueños. Esto ha venido sido siendo dado en  llamar, hacer la vista gorda).
La esposa (cuando el marido está ya muy ocupado con negocios que le cansan y no le dejan dormir, escurrido totalmente en el sentido físico de amores que le escurren, los cuales salen en mucha cantidad al camino del dinero) por la rusticidad –de ella, auténtica mula de pellas de a medio kilo con un tasajo  queso oveja, que si se le va de las manos se carga al gato- que le es propia tiende, mirando a las de arriba, que ve como a sus ídolos, envidiando la condición liberal de las que han sido ricas siempre y a las que no soporta, acaba transigiendo mecánicamente por todo ello, ignorando expresamente las preguntas del propio yo. Solo les puede el reconcomo: ¡¡¡ ahhh consio, contra, con esta p. jedi!!! ¿Se va a “decreer” que tiene más perras que yo?

6) Aquí empiezan los “hirientes” escollos para castos de oído; de  pías conductas; de arraigadas y sanas costumbres; para los que creciendo en una idea fija –sin cambiatinas- al mismo tiempo que su cuerpo, no tienen miras; retozan cultivando una rutina que tiene más de dos mil años; abrazados a un premio futuro sin jugar nunca un billete; para los generalizadores de una creencia que sirve para un roto como para un descocido: lo mismo para dar la vida por los demás como para robarle vida y hacienda a los demás.
Una creencia; la palabra lo dice, no puede ser innegable irrefutable y plena; más bien sería, o tiene más visos de ser: desatinada, caduca y desacertada. Estos preámbulos espero que sirvan para frenarle “en su solvencia” y se esté calladito (mas si está comiendo de creencias) que para creer o no creer estamos cada uno.
 Cuenta Cide Hamete Benengeli que cuando estas mujeres su enfermedad es natural y con circunstancial y no llegan a enfermar de manía-caridad, sí se arregostan a necesidad de lanzarse como siamesas asidas a cuello de varón; se puede decir a levitar, margullar o, plácidamente navegar en camellón de plataneras; ya a velos aflojados y mantenedores chales destrabados y, supuestamente, las taleguillas en el suelo. No les importa ponerse perdidas de tierra, ni romper surquerías arrastrándose por allí para abajo destrozándolas (las surquerías) con parte de su cuerpo, que tampoco se salvará.
¡Se vira cara a cara en cualquier sitio a la menor oportunidad de amar! Si las ganas de procrearse les aprietan, ni los catres-lechos de muertos respetan. Al muerto sí porque no se le pone en suelo “en esos momentitos”, se le da vuelta para el rincón. La vida cuando ve la muerte delante tiende irrefrenable a perpetuarse. Me asombra que mientras se van unos a buscar el cura, otros a dar el aviso a otros familiares, otros a la funeraria; cómo el cielo benigno y pretencioso deja siempre una pareja a meter mano a reponer la vida que acaba de irse: Como mete mano y se adelanta, el espíritu de la especie, a reinstaurar lo más preciado: Es lo que se quiere dar a entender aquí.

7) No se trata de placer ¡se trata de recambiar al muerto por otra vida. ¡¡Se trata de España coño!! ¿Será la fatalidad, o el espíritu de la especie lo que les tiene ocupados a esos seres?, ¡inmersas vivas en nimbo dichas y dichosas personas! ¡Inmersas vivas en nimbo! Aunque medio muertas ¡ardiendo!, se cree –en este caso ella- arrancada en los celajes, a tino perdido, ya en silencio sin llanto, degluciones y raros gargarismos del amor; porque se siente en “esa nube” trasportada.  Echadas a volar “en alma” para el cielo. Con la otra parte complementaria de género (el varón); debería ser que se tiró a trincar, se acopló a amoldar y se pegó y fundió total. En esa violenta trabazón también se lo llevó ella a él por allí para abajo (por el cercado para abajo); con el amor ya en vivo o, al rojo vivo. Independientemente –y como culmen- a todos los giros que dio la pasión desde el primer germen (que hay que ver a la violencia pasional que llega con una intencionada matadora mirada primera y ya distante que solo duró un momento). No en vano le llama Rosario Valcárcel “la muerte pequeña, culmen del: ¡¡hay que me asfixio!! A veces cabal-literal”.


FABULESCO.



8) Arrecia el sentir de su centro de gravedad de tal manera, y va enganchando sacudidas conminatorias por un gran rato; que se pone ella tan regañada y de trapisondas tales, que la ve cualquiera y le entra pena porque cree que pasándole algo grave, subsiste. Pero lo que no sabe ese alguien es que ella vislumbra ya, que aquello va a tener violentas ventoleras finales. Se lo dice los seísmos 0´5 en la escala de Richter) del fondo de su persona más fuertes que haya tenido, merced a que nunca había tenido el acicate calentador y extremamente excitante y de un muerto al lado elevando la libido –ese muerto- a la estratosfera (y ello porque todos los días no se puede derramar vida al lado del muerto: (de la muerte) ¡¡qué cópula mas única y extraordinaria!!
 Es tanta la amenidad que se les trasmite en el fraguaje de la erupción –en un baladro sonoro-: que se le va a arrancar el cuerpo en la zona en que ella más carne tiene, y cree que se echara a volar por  lo mismo, porque pesará menos si se le termina de arrancar ese gran cacho de su persona; ya no se controla y no garantiza que su voz de gran diva ejerza por camino involuntario un agudo merecedor del guinness; eso sí: en la más ¡jodida partitura!… eso está claro, tal será el bramido que también se puede esperar; porque también hay posibilidad que emule a becerra añoja; que oirán hasta las arpías y acudirán todas (ahora no están anidando) y con sus picos trabarán cuidadosamente sus carnes desnudas y les llevaran al cielo, sea el de ellas, las aves, o sea el de para todos los mamones (mamíferos) “racionales” en general. ¡Lo que no ocurra en una habitación, en prácticas a favor de la vida, derramando vida; que no tenga hueco entre el descansadero y la pared, para que ella no pueda enratonarse, enrajonada huyendo; de algo en verdaderas condiciones, que no esperaba, porque su noviazgo fue de ventana; ella por dentro y él por fuera. Jamás pensó que algo pudiera ponerse de aquella manera si haberle dado fuelle. ¡¡En la ignorancia está el peligro!!

9) Cuando ya se habían caído varias tablas,- en el fragor “de la pelea”-, del mueble que allí había para dormir (se nombra mínimamente, o nada, la palabra cama porque excita a dar resoplidos a cualquiera nada más oírla, en estos contextos usada). Es transcripción que cuando llegaron los novios y ella lo vio desalojado ya sin calcetines ni nada fue cuando se enrajonó horrorizada. Él le pasaba la mano y con eso iba encarrilando su deseo acumulado, y ella, peleaba engurruñada (plegada en cinco dobleces) como el erizo de mar y hasta el de tierra.  Él le pasaba la mano por todo el cuerpo– sucedáneo que mataba un poco su deseo acumulado; ya a él desde que llegaron se le había ocurrido mandarle su cachetada, pero ella, no se lo había notado hasta que al hombre le pasó por la cabeza lo que siempre había deseado: verla despatarrada yéndose o viniéndose sin saber que está pasando, muerta con los ojos en blanco !ya!, su sueño desde que la conoció.
Ella se tomó muy en serio a aquel dichoso hombre, que al mismo tiempo se transformó en un diablo de los infiernos en el que se había convertido. Observaba como cada vez más rápido echaba algo de fuego por el caño del orín. Era como mechero desenroscado a todo gas, en fogonazos muy alternos y de periodicidad asimétrica.
 De la cachetada que se avecinaba cuando vio que a él se le empezaron a vidriar los ojos y se le reviro el rostro que puso en cara de matarife o cara de guardia municipal que le sacó la porra a cinco tíos culturistas y va perdiendo y sabe que le harán comer la porra y que le pondrán la  cara, o faz del rostro, a la funerala, si no llegan los refuerzos. En estas observaciones estaba ella cuando vio que él tenía los pelos en punta en el pecho, en las cejas, de las orejas, y cabeza y pegó a echar unas maldiciones horribles; balbuceando que le “dia a dejincar” una cachetada, que ella, más que la intuía, la sabia trompada.

Nada más oír eso armó brinco con todo el poder que le había dado el susto de su vida.
Su cuerpo atlético, joven de la joven, su fuerte musculatura junto a la perentoriedad y desesperación urgente del momento, dio a ver al hombre como la mujer volaba por encima de él; no hizo sino caer al suelo y enfiló como exhalación; derecha a la casa de su protectora madre; eran las que se encargaban de decir al novio acabadas las bodas y se iban al trajín: Juanillo: no seas “bluto”. Se contaron cosas al respecto en la barriada, pero no tenían credibilidad. Eran todos damnificados y también dignificados porque se sentían familia hasta el primo sexto.


FABULOSO.


El parecido con la realidad no es pura coincidencia. Es conocimiento mío, cogido en los espacios tiempo que hay en entre los 25000 cafés con leche que me he tomado en la vida. Todos ellos en tiempo de marcialidad, disciplina, recato y oración; era el atraso decadente a toda velocidad; adobo para los vítores ¡y vivas a España!  Contra el que odiaba toda esa manifestación de fuerza. ¡Claro! Que se daban por concernidos los Ricarditos hijos de adinerados, que se erigían en Cid campeador para acechos,  amenazas, no se dejaba pasar ni una (aun no entiendo cómo se manda a aventar todavía con sábanas esos finos gofios para que vayan lejos  por todos los lomitos; algo hay que hacer para que no se arme sin falta la marimorena; a no ser que se disimule y se vaya muy lejos, ese gofio diseminado por todos los lomitos); no puedo hacer otra cosa que sentirlo. Lo que hago es expresarme a mi modo y me es imposible otro modo. Digo expresamente, por lo mismo, que acepto su modo, el del otro y todos y cualquier modo. ¡¡Consio, faltaría más!! ¿en qué lugar quedaría la libertad de enfadarse?
Ante lo insoportable, el más grande negocio es la tolerancia; mucho más que respetar las opiniones ajenas. La tolerancia ni da ni quita razones:  ¡¡TOLERA!!  ¡¡Ánimo!! La cópula no es delito…nunca es pecado, porque el pecado es la mentira, más grande del  mundo. Debe usted desatollarse de ese atolladero; debe artillar su desartillado buque, para tener una mínima defensa en las engullidoras corrientes.  (En este mundo solo hay delitos), de esa mentira del pecado es de la que viven como auténticos dioses, genuinos desertores del arado, que encima, manejan el mundo; y vive sin vivir en él, el pobre captado en el temor y desollamiento, “en la alegría” destartalada de unos servicios domingueros viejísimos, ya estropeados que dan autoridad a los torpes para la demagogia y desde ella hacen de su capa un sayo durante la semana. Creyendo que porque está comulgado puede reventar al personal del mundo como a sus inferiores ¡que ni saludan!  Supuesta y presuntamente (Enteradas –enteras- todas las religiones: dicho sea, aunque sea por disimular).
Hay otra solución, y es la adecuada. Si ustedes consiguen la piedra de molino y la suben a la barquilla yo, remaré hasta donde el mar y el cielo parece que se unen; ya allí zangolotearé la barca y la viraré previo haberme amarrado al cuello la piedra ¡palabra! ¿Palabra? Eso que es. Primero es lo que es. Después es una trampa mortal, pero en manos de la humanidad actual, la palabra  es ¡¡no hay arreglo!! Y no habrá arreglo porque dicen todos los hombres ¡¡no hay arreglo!! Y todos los hombres no se equivocan. Hacemos caso omiso a las variopintas cantidades de apocalipsis, ridículas, enferma-doras,  por desalantes, acojonantes y mentirosas exageraciones… fuera de a bordo con ellas. Que se las coma la marea.
A ver que dicen a eso los pescados.
Hablando de la barca, que sea un poquito grande; que me quede sitio para amarrarme con la piedra y zangolotear para hundirla donde allá el mar y el cielo parece que se unen (mira te voy a dar una lección; tengo el mismo derecho que el más alto rabino que haya en toda la tierra a dar lecciones; estamos constituidos de las mismas piezas y ninguno de los dos hemos visto el más allá, y los dos necesitamos comer para vivir). La lección es: puedes leer la biblia que son sesenta y pico libros costumbristas históricos y sociológicos y de cuanto hay; todos ellos muy bonitos y hasta enseñan algo a acepción del disparate apocalíptico. La biblia no es para memorizarla al estilo TESTIGOS ni siquiera para aprenderla. El hombre que se considere formado, como si no; leerá la biblia como unas historias muy bonitas, pero jamás permitirá que se las interprete un testigo de Jehová, un clérigo o enfermos mentales por el estilo presuntamente, porque le atemorizará, le desalará y si puede le trasferirá la mayúscula ruina religiosa que ya destrozo su cabeza. En un Pis Pas se ve usted en un problemón vital;  pero si usted tuviera –de no hacerme caso- explicaciones y a su vez una fuerza cerebral enorme para resarcirse por sí mismo; aun así, le juro que se acordará de esto a toda hora; lo releerá y lo enmarcará. ¡¡Y hasta lo recomendará!!
Si no quiere ser un infeliz total, no crea en absolutamente nada ni en nadie. No crea en lo que oye y ve delante de sus ojos hasta someterlo a análisis. Crea solo el resultado que sale de su cabeza (su análisis).
Me gustaría que se sintiera ayudado. De ser así me regocijaría porque no tiene usted tripas en la cabeza; tiene usted algo de valor bajo el cabello. ¡Le felicito! Por el que se siente vituperado, por ese, no puedo hacer nada; solo le conmino a respetar en los términos que se explican arriba. ¡Si quiere ser respetado!

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