San Lorenzo fue un volcán

                                       Fotografía: La Provincia DLP
Amparo R. Montero. La Provincia: Rafael García conoce perfectamente la señal que en el cielo se le revela en forma de un colorido volador. Son 38 años de experiencia, así que tras varios minutos de espectáculo pirotécnico bajo la atenta mirada de miles de personas, llega el momento más esperado por todos: la gran traca. Una vez al año, cada madrugada del nueve al diez de agosto, la Isla se convierte en una de la más volcánicas del Archipiélago. Con un cigarro y mucho valor, García es el encargado de hacer rugir al primer volcán de los seis que hay este año flanquean a un pueblo de San Lorenzo que celebra sus fiestas patronales al son de 340 kilos de pólvora.
El día de los fuegos es un no parar. Junto con una cuadrilla de una docena de hombres, Rafael García se encarga desde hace 38 años de tener a punto los volcanes repletos de artificios que horas más tarde deleitarán a quienes cada año acuden al pueblo para verlos. Posiblemente, la mayoría de los asistentes no lo sepan, pero los últimos fuegos se colocan apenas una hora antes de que empiece la explosión que dura algo más de 20 minutos. "Hay algunos que no se pueden sacar hasta esa hora y hay que vigilar que todo esté en orden, que no haya ningún volador cambado y si lo está pues ponerlo derecho porque todos tienen que estar bien verticales". La tarea no es cualquier cosa, porque cada volcán lleva 2.000 fuegos artificiales colocados a lo largo de 16 piezas de tela metálica de cinco metros, repartidas alrededor del pueblo.
El día de los fuegos es un no parar. Junto con una cuadrilla de una docena de hombres, Rafael García se encarga de tener a punto los volcanes repletos de voladores que horas más tarde deleitarán a quienes cada año acuden al pueblo para verlos. Posiblemente, la mayoría de los asistentes no lo sepan, pero los últimos fuegos se colocan apenas una hora antes de que empiece la explosión que dura algo más de 20 minutos. "Hay algunos que no se pueden sacar hasta esa hora y hay que vigilar que todo esté en orden, que no haya ningún volador cambado". La tarea no es cualquier cosa, porque cada volcán lleva 2.000 fuegos artificiales colocados a lo largo de 16 piezas de tela metálica de cinco metros, repartidas alrededor del pueblo.
En la misma plaza está la casa que antaño fue de "mamá Evita", donde ahora su nieta y actual propietaria, Tatiana Iglesias González, celebra muy bien acompañada la noche más esperada de los fastos. Es el tercer año que la azotea de su hogar se convierte en un hervidero de gente que aprovechan para reencontrarse y disfrutar en un día tan señalado mientras no falta bebida ni comida. El ambiente no puede ser más acogedor. Entre los invitados están, por supuesto, sus dos hermanas Ilenia y Judith.
Las tres forman el equipo perfecto para transmitir el verdadero espíritu de las fiestas que para ellas son fechas bien señaladas con rojo en el calendario. Por eso, a pesar del ir y venir de amigos y parejas, los recuerdos de otros tiempos afloran y no pueden evitar traer al presente anécdotas del pasado. Y les viene a la memoria el antiguo aspecto que tenía la ahora sofisticada azotea, cuando había un gallinero y en una de las esquinas solía estar atado Como tú, el perro que tenía "mamá Evita". "Aquí subíamos solo en el momento de la quema de los fuegos porque a mi abuela le daba miedo que se cayese el techo con tanta gente", cuenta Judith, "y porque una de las tracas estaba se colocaba en el campanario y caían todos los palos", apostilla su hermana mayor Ilenia.
Inevitablemente las cosas han cambiado desde entonces, aunque para las hermanas Iglesias siguen viviendo de lleno lo que para ellas son "quince días sagrados". Desde las alturas de la antigua casa familiar se puede ver cómo se llena la calle a la espera de que el reloj marque la una. Como siempre, el Mesón Grill La Parrilla de Jacinto Álamo está a rebosar con ese olor tan característico de sus carnes a la brasa. Chiara Bafumo, la Reina del Mojito no está menos sola, despachando con el pelo rosa que los más pequeño reconocen coloridas bebidas que cada año crea especialmente para la ocasión. Es San Lorenzo y huele a reencuentro y a pólvora tras la gran explosión.

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